10 de junio de 2009

Lado-B

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Siguiendo con algunos temas de escasa difusión, se observan algunas cuestiones de gran singularidad sobre la economía reciente.
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Como se ha mencionado con anterioridad, la curva mundial de rendimientos se invirtió (por los mercados de capitales y los Bancos Centrales) desde aproximadamente 2004. En ése contexto, que no está contemplado en ninguna teoría formal ni informal de macroeconomía (salvando los textos de Leijonhufvud), sucedió lo siguiente.
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La inversión de la curva mundial de rendimientos (una de cuyas dos contracaras puede considerarse como un cierto alcismo en un conjunto muy heterogéneo de bolsas), adoptó una forma bastante concreta respecto a la estructura preexistente de interrelación entre las monedas.
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La inversión de la curva provocó la devaluación del Dólar (hasta antes de la crisis actual) en el sentido preciso de que las monedas en flotación (i.e. metas de inflación) recibieron con políticas de aumentos en las tasas de referencia (y por consiguiente, de los spreads contra las del Dólar) el componente de alcismo generalizado de la inversión de la curva mundial que, teniendo por epicentro a cierta interacción entre los Estados Unidos y la República de China (i.e.), habría ido efectivizándose con continua antelación, en el resto de los países (no epicéntricos).¹
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Esa continua antelación en el efecto, y los spreads de tasas resultantes, que puede parecer una profusa lluvia de huevos (una huevada), se relacionó con el crecimiento exponencial de los costos sociales (además de y por el de los de producción y, desde estos, los fiscales) de las políticas de Argentina.
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La devaluación del Dólar, causada por la inversión de la curva mundial, tuvo como consecuencia para la política de fijación cambiaria-impositiva y no flotación cambiaria-impositiva, un efecto convergente con el de la inversión de la curva mundial (que fué la causa de la devaluación del Dólar) sobre tales políticas: la existencia simultánea de un aumento en el tipo de cambio nominal (la devaluación del Dólar es la Devaluación del Dólar, y es la Devaluación del Peso) y un aumento de las tasas de interés relevantes para la inversión reproductiva, tal que generó un movimiento nominal hacia arriba en toda la economía, dejando un tipo de cambio real siempre constante aún con dicho movimiento nominal en gran escala. Es decir, una suma de gran devaluación nominal (del Dólar y por tal, del Peso) más un crecimiento enorme de términos de intercambio, más un gran y altamente nocivo aumento en las tasas de interés. Con un tipo de cambio real constante resultante.
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De manera que la economía argentina habría importado en su totalidad los desequilibrios macroeconómicos mundiales de un mundo en una gran expansión tal que llevó al mundo a una gran crisis financiera. De modo que cabe pensar si la actividad argentina no se movera al compás de la de la media del pbi mundial, a diferencia de la de otros paises en los que podría moverse más lejos de la media mundial.
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Argentina podría haber reducido los impuestos al comercio exterior tanto como el precio del Dólar, dejando que el componente de alcismo generalizado de la inversión de la curva mundial sea el factor de generación de un aumento del tipo de cambio para el comercio exterior y el mercado interno, y al mismo tiempo aumentar las tasas de interés (del dinero), para lograr con ambos elementos, que la economía recibiera una baja en las tasas de interés del capital (ahorro) en su propia moneda (que se dió en todas partes en donde los mercados fueron libres, libres durante un periodo internacional de gran bonanza), que dirigiese un sistema de colocación del ahorro disponible, en lo que hubiera sido un fortalecimiento gradual pero continuo de sus condiciones iniciales (a diferencia de lo que ha ocurrido, cuando el ahorro, a raíz de una anomalía en su curva de rendimientos doméstica, fué colocado en actividades divergentes y presionando continuamente hacia la pérdida de las condiciones iniciales para su operación sucesiva, con lo cual la divergencia tuvo un multiplicador y su multiplicación; con los cuales, a su vez, se relaciona el crecimiento de los costos sociales y de producción antes mencionados).
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Que un país tenga que administrar un aumento en sus tasas de interés de referencia para que el mercado cotice descendentemente sus tasas de interés, tampoco se encuentra en ninguna teoría formal de macroeconomía (o políticas monetarias), pero tal elección es evidente cuando el mercado internacional (y de ser libre, el del propio país) ya está cotizando descendentemente las tasas, mientras el promedio de Bancos Centrales aumentan sus tasas de referencia para moderar ciertas cuestiones que aquello engendra. Pero la inversión de la curva mundial de rendimientos tampoco es objeto de ninguna teoría formal, y entonces, dicha obviedad no figura en ninguna parte.
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Por tal razón, gran cantidad de veces se cree discutir la ventaja de las llamadas políticas de estabilización, cuando toda política de estabilización siempre se define por y desde cuestiones puntuales del funcionamiento dentro de un sistema internacional de economías, y nunca al margen. Y esto es porque la inestabilidad macroeconómica siempre proviene de tales cuestiones puntuales, siendo las demás circunstancias, microeconómicas.
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Todo por lo cual, la discusión in-definida de políticas de estabilización (i.e: el papel del gasto público, presunta política de estabilización por excelencia) ha sido en Argentina una discusión de microeconomía², y una discusión de microeconomía tal que dejó las situaciones de la macroeconomía (correctamente definidas) totalmente periféricas durante un lustro, y cuyos aspectos concretos empezaron a mostrarse, ya concentrados y multiplicados (post-multiplicador), con gran claridad desde hace un tiempo³.
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¹ Grados de inversión en el Euro y en Brasil, simultáneos a la devaluación del Dólar contra ambas monedas, se observa en las mitades derechas del gráfico kaleckiano (publicado en su 109 aniversario, y el que nos preguntábamos si las políticas recientes de Argentina eran marxistas).

² El gasto público no tuvo ningún efecto no neutral sobre la (inexistente, salvo definida de modo completamente ad-hoc) demanda agregada, ningún efecto no microeconómico en el último lustro.
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³ El debate industria vs. agro, se ha seguido librando en el insólito y absurdo (para tal debate) contexto de la microeconomía, dejando la macroeconomía en el estante de las Lenguas Muertas, tal como lo estaba y está para cualquieras otros debates (más y menos desvirtuados que aquél). Lo insólito del contexto microeconómico para tal debate, se observa en el hecho de que en los últimos diez años, Argentina ha transitado por dos grandes convulsiones (una etiquetada de liberal y otra de industrial-popular) en las cuales no por casualidad la macroeconomía hizo de Lengua Muerta y, en la última de las cuales además, la defensa ad-hoc de la vía industrialista (y un aleatoriamente definido pleno empleo) coincide con un momento en el que la economía argentina importa los gigantescos desequilibrios macroeconómicos de un mundo con alta tasa de expansión y, ahora, gigantesca crisis; es decir, importa la exponencial tasa de desequilibrio macroeconómico anidada en una economía mundial que, durante un tiempo y hasta dar con una enorme crisis largamente presentida, tuvo exponenciales tasas de crecimiento.

El logro de objetivos políticos como los laborales, etc., debería perseguirse bien por fuera de la alternativa a entre gatillar la economia en un sentido industrialista o en un sentido contrario. Si bien dicha posibilidad puede resultar de complejísima resolución en lo hechos (políticos) concretos, también es astronomicamente descabellado y tecnocrático buscar su emergencia a través de una sucesión indefinida de regímenes marxistas seguidos de regímenes ultra-liberales.
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